Mes Misionero Extraordinario: Pbro Manuel Ogalla desde Zimbabwe.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Hola gente estupenda y maravillosa. Os mando un saludo muy entrañable desde Zimbabwe, un país casi desconocido del sur de África. Con motivo de este mes misionero extraordinario dejadme que comparta con vosotros unas cuantas letras.
De una manera o de otra ya nos conocemos, de todos modos os cuento quien soy, mi nombre es Manuel Ogalla y soy Misionero Claretiano. Yo nací en Cádiz, en el barrio de Santa María, y crecí como cualquier niño gaditano disfrutando de los Carnavales, mi equipo de baloncesto, mis amigos, el colegio y demás. Pero, cuando estaba en 3º de ESO comencé a sentir en lo más profundo de mi corazón que Dios me estaba haciendo una propuesta alucinante, ser misionero. Al principio no le di mucha importancia y seguí con mi día a día como si nada, sin embargo, Dios se volvió más y más insistente, regalándome muchas señales y pequeñas llamadas que me hacían confirmar eso que tenía muy dentro… una invitación valiente a dejarlo todo y ser misionero.
Así que cuando terminé mis estudios e hice mi selectividad decidí comenzar la formación como misionero y como religioso. De esta manera comenzó mi proceso para ser lo que soy hoy, un cura misionero y misionero Claretiano, porque nosotros seguimos las huellas de San Antonio María Claret, un gran misionero del siglo XIX que rompió esquemas y barreras para proclamar el Evangelio a todos los pueblos, en su caso, llegando incluso a Cuba.
El Padre Claret vivió fielmente esa invitación que Jesús resucitado hizo a los apóstoles: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio (Mc 16,15). Y yo, como Claretiano, intento hacer lo mismo. Porque en el fondo eso es ser misionero, vivir con un fuego ardiente dentro de nosotros que nos empuja a proclamar la Buena Noticia a todos los pueblos, sin importar raza o color, lengua o cultura… sencillamente compartir el tesoro de saber que el Dios en el que creemos desborda de ternura y nos cuida, sobre todo a los más pequeños y necesitados.
Yo llegue a Zimbabwe en enero de 2012, pocos meses después de ser ordenado sacerdote, y tras un año estudiando el idioma Shona, me destinaron a una pequeña aldea llamada Zhomba, aquí vivo desde entonces. Este pueblo es muy generoso y acogedor. En medio de sus dificultades y tensiones, tanto políticas como económicas, la gente sencilla de este país intenta vivir la Buena Noticia del Reino. Como misioneros, nuestra labor es principalmente compartir su día a día siendo signo de vida y esperanza. Nosotros no venimos como salvadores a cambiar sus vidas, sino a caminar junto a ellos cambiando también nosotros la nuestra.
Quizás la mayor dificultad que podemos encontrarnos al principio es el cambio tan grande en la cultura y el idioma. Aquí, prácticamente todo es diferente, el modo de comer y la comida en sí (¡cómo se echan de menos el cazón en adobo y las tortillitas de camarones!) los ritos sociales de saludo y respeto, incluso la forma de manifestar la fe o el agradecimiento. Diferente sí, pero no mejor ni peor. Es un gran reto poder celebrar la fe y la vida con otros matices, otras tonalidades, otros ritmos. La mayor dificultad se vuelve pronto la mayor riqueza. Una vez que te haces con el idioma y aprendes la cultura… todo cobra un nuevo color. Ya no eres el “blanquito” extranjero que les visita, sino un hermano más con un tótem que entiende y comparte sus penas y alegrías, que entra en sus casas y sabe de sus aventuras y desventuras, que conoces el valor de cuidar una cabra o el significado de dar unas palmitas antes de recibir un regalo… Esto es alucinante. Esto es maravilloso. Este es el gran regalo que Dios me ha hecho al llamarme a ser misionero.
La valiente invitación de Jesús a los apóstoles sigue resonando hoy en todos los rincones de nuestra madre Iglesia: “Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio”. Todos nosotros, tú y yo, al compartir la gracia del bautismo, somos enviados a dar testimonio de la Resurrección. La Iglesia es misionera por naturaleza. Todos estamos invitados a compartir este ser misionero. Claro, cada uno de una manera distinta y en un contexto distinto. A mí me toca ser un misionero fiel en estas tierras del sur del mundo… Y a vosotros os toca ser fieles misioneros en la tierra de Alberti, Falla, Fernando Quiñones… A mí me toca proclamar la Buena Noticia de Jesús entre los agricultores y ganaderos de mi aldea, a vosotros os toca compartir sin miedo que Jesús vale la pena entre vuestros vecinos de la calle, en la plaza el sábado mientras vas a por churros, dando un paseo por la Alameda, sufriendo en el Carranza o echando el rato con la caña del país en los bloques…
Así nos lo recuerda de forma especial en este año nuestro Santo Padre Francisco, con este precioso lema: “Bautizados y Enviados”. Tú y yo hemos sido bautizados… pues no calentemos banquillo y saltemos al terreno de juego, nos toca marcar muchos goles de vida y esperanza, goles de Evangelio. Tú y yo, querido paisano, somos misioneros, somos los apóstoles que Jesús necesita hoy. No lo dudemos, seamos valientes, salgamos a la calle y proclamemos sin tapujo ni vergüenza que Cristo vive y nos abraza.
Un abrazo sincero y nos rezamos.
Manuel Ogalla CMF
Una respuesta
Me alegra muchas tus palabras tan convincentes, que bonito todo lo que haces. No me conocerás, pero yo si.. Nos conocimos en Medina Sidonia, en el convento de las monjas donde has celebrado Eucaristía con tu familia. Rezo por vosotros los misioneros. Un abrazo.