Artículo sobre Japón
Os trasladamos un artículo de Javier Ansó, en el que de una manera magistral une al pueblo japonés y al patrón universal de las Misiones, san Francisco Javier.
«JAPÓN
Estos días hemos visto imágenes terribles procedentes del Japón: terremoto, tsunami, y explosiones en centrales nucleares. Sobrecogidos, hemos visto también la serenidad y el orden del pueblo japonés. Su fortaleza ha sido un ejemplo para todos nosotros.
Esa resistencia frente a la adversidad viene de lejos, como verán cuando sigan leyendo.
Francisco de Javier llegó a Japón en 1549. En un ambiente de tolerancia, los cristianos fueron creciendo hasta 1614 en que se desencadenó una terrible persecución, con miles de mártires. Japón se cerró a Occidente. El cristianismo parecía totalmente destruido.
En 1863 se obligó a Japón a abrir sus puertos al comercio con Occidente. Ese año llegaron los primeros misioneros franceses. Poco después, en Oura, junto a Nagasaki, construyeron la primera Iglesia católica del nuevo Japón.
El 17 de marzo de 1865 el padre Petitjean observó que un grupo de campesinos se acercaba a la Iglesia. Lo miraban todo, cuchicheaban entre ellos, y se iban en silencio. Volvieron días después, y hablaron al sacerdote.
Le preguntaron si le había enviado el papa de Roma. La respuesta fue «sí». Le preguntaron si estaba casado. La respuesta fue «no». Le preguntaron si veneraba a la Virgen María. El sacerdote les mostró una imagen de la Virgen y contestó que sí. Ellos le dijeron: «Esa también es nuestra fe».
Conmocionado, el sacerdote escuchó a esas gentes decirle que llevaban dos siglos y medio viviendo secretamente su cristianismo; que se bautizaban de padres a hijos; y que, sin sacerdotes ni sacramentos, vivían su fe en la esperanza que, como les habían dicho los mártires antes de morir, algún día llegarían nuevos misioneros a los que tenían que hacerles las tres preguntas que acababan de hacerle a él. Para ver si eran o no de la religión de sus padres.
Tal ejemplo de fe y de resistencia sobrecogió todo el mundo cristiano.
Que el coraje de aquellos japoneses de entonces siga acompañando a los japoneses de hoy, para hacer frente a sus necesidades. Así sea.»